(Inspirado en "El Libro de la Joven" del R. Padre Bernardo Gentilini, 1920).
Restaurar las fuerzas
No basta por medio de la higiene alejar de nuestro cuerpo todo principio morboso; es preciso también aumentar el capital de nuestras fuerzas físicas, continuamente debilitadas por el desgaste que nos demanda toda actividad.
Cultura física
Un medio además muy especial para esta restauración o robustecimiento del organismo, es lo que llamamos particularmente cultura física. Más fuerte es nuestro organismo, más resistirá a todas las influencias morbosas, y mejores servicios podrá prestar al alma.
Sobre la alimentación
La temperancia es tal vez la virtud que menos se practica entre las jóvenes acomodadas... Se abusa en general de golosinas. No se masca suficientemente bien. Se olvida la gran máxima latina: que la primera digestión se hace en la boca . La gula, por el contrario, es uno de los vicios que hacen más estragos sobre el alma y sobre el cuerpo de nuestra juventud. Los excesos en la comida y bebida agotan la energía moral y las fuerzas físicas (de ahí la importancia de una alimentación saludable).
Ejercicio físico y gimnasia
Ramo principal de la cultura física es la gimnasia. La gimnasia que no fatiga, sino que ejercita los músculos es un buen reconstituyente. Los ejercicios físicos, los deportes propios de la mujer, los paseos especialmente al campo, los honestos esparcimientos son una necesidad para el cuerpo y para el espíritu.
Gimnasia pulmonar
Además de la gimnasia de los músculos, hay otra gimnasia más importante aún, la de los pulmones. De lo dicho se deduce el gran papel que representa en la economía humana el aire, puro y oxigenado. Y lo perjudicial que es para la salud el uso de corsés apretados o de cualquier otra prenda que impide la libre inspiración y respiración de los pulmones.
Reposo y sueño prolongado
El reposo demasiado prolongado se vuelve inercia. Quiebra las fibras del cuerpo, y enerva las fuerzas del alma: «El largo sueño tiene graves inconvenientes: condensa la sangre; embota todo el organismo; el alma se resiente y se pone pesada, erezosa, incapaz de un sacrificio; queda débil, enervada, entorpecida; sus movimientos adquieren toda la lentitud de la obesidad: está como saturada de sueño». No se echen en olvido las siguientes palabras de Fenelón, en especial las que subrayamos por cuenta nuestra: «Se acostumbra a las niñas—dice Fenelón—a dormir un tercio más de lo que fuera menester para conservar una salud robusta: este largo sueño sólo sirve para debilitarlas y hacerlas sumamente delicadas y más expuestas a las rebeldías del cuerpo; al contrario, un sueño moderado, junto con el ejercicio corporal, da fuerzas, robustece y fomenta la alegría, de lo cual depende, sin contar con lo provechoso que es para el espíritu, la verdadera perfección del cuerpo.»